Capítulo 7: un buen desayuno.
Me despierta el repiqueteante sonido del teléfono. Dios que sueño, necesito por lo menos unas seis horas mas para dormir, pero lo prometido es deuda. De un salto me levanto y respondo con la mejor voz que me sale. En un gesto de valentía abro la persiana hasta arriba y el sol me ciega durante unos segundos. Vaya día que ha amanecido. Hay ropa en la silla así que no me pienso parar a abrir el armario, total, solo voy a acompañar a dos compañeros a coger el tren. Cierto es que parezco imbécil levantándome tan temprano sin ninguna necesidad, pero: como me gusta sentir el viento fresco en la cara en una buena mañana de abril, por supuesto escuchando música. Como me gusta la música. Infundidos entre una algarabía de estudiantes cargados de pesadas maletas y soñolientas caras, avanzamos hasta la dársena donde está situado el tren. Todo va sobre ruedas, el tren sale a tiempo y todo perfecto. Que bonita mañana.
Miro al tren avanzando hacia el infinito de las vías. Pienso en la vida y en sus cosas mientras vuelvo a casa. Yo también voy de viaje hoy. El viaje ahora no importa: estamos solos yo y mi mp3 cargado de música.
La suave melodía de una canción que me hace sentir bien. Creo que voy empezando a sentirme mejor conforme avanzan las cosas. Empiezo a darme cuenta de cosas de la vida, tan tontas que le prestamos tan poca atención. Pienso en las conversaciones con la gente: hace tiempo un viejo poeta portugués en una conferencia dijo algo que siempre recordaré. Cada persona que conozcas, cada conversación que mantengas, cada situación difícil que vivas, cada libro que leas: todo, te hace la persona que eres. Un simple gesto, una mirada. Que viene a ser vivir sino mirar hacia un sitio concreto, contemplar, escuchar una canción, participar en una conversación; en el momento y en el lugar indicado. La vida es una sucesión de escenas, tan felices que puedes llegar a pensar que te elevas sobre los demás; o tan tristes, que deseas tanto que el cielo se venga abajo y acabe con todo. Una tragicomedia que escribimos nosotros mismos, con unos actores aleatorios, unas veces mejores y otras peores.
Es suficiente, hace buen día y lo enfoco muy positivamente: me siento con fuerzas. Me pienso tomar 5 días de reflexión interna conmigo mismo: tengo claro que quiero hacer con mi vida, o eso creo. Seguiré buscando a esa damisela perdida que sienta tanta necesidad de gritar al viento y de correr por el mundo como yo. Retratando el mundo tal y como se deja ver. Registrando en las entrañas de una escena, escribiéndome poemas a mi mismo. Descubriendo quién soy.
Traeré una postal.
Me despierta el repiqueteante sonido del teléfono. Dios que sueño, necesito por lo menos unas seis horas mas para dormir, pero lo prometido es deuda. De un salto me levanto y respondo con la mejor voz que me sale. En un gesto de valentía abro la persiana hasta arriba y el sol me ciega durante unos segundos. Vaya día que ha amanecido. Hay ropa en la silla así que no me pienso parar a abrir el armario, total, solo voy a acompañar a dos compañeros a coger el tren. Cierto es que parezco imbécil levantándome tan temprano sin ninguna necesidad, pero: como me gusta sentir el viento fresco en la cara en una buena mañana de abril, por supuesto escuchando música. Como me gusta la música. Infundidos entre una algarabía de estudiantes cargados de pesadas maletas y soñolientas caras, avanzamos hasta la dársena donde está situado el tren. Todo va sobre ruedas, el tren sale a tiempo y todo perfecto. Que bonita mañana.
Miro al tren avanzando hacia el infinito de las vías. Pienso en la vida y en sus cosas mientras vuelvo a casa. Yo también voy de viaje hoy. El viaje ahora no importa: estamos solos yo y mi mp3 cargado de música.
La suave melodía de una canción que me hace sentir bien. Creo que voy empezando a sentirme mejor conforme avanzan las cosas. Empiezo a darme cuenta de cosas de la vida, tan tontas que le prestamos tan poca atención. Pienso en las conversaciones con la gente: hace tiempo un viejo poeta portugués en una conferencia dijo algo que siempre recordaré. Cada persona que conozcas, cada conversación que mantengas, cada situación difícil que vivas, cada libro que leas: todo, te hace la persona que eres. Un simple gesto, una mirada. Que viene a ser vivir sino mirar hacia un sitio concreto, contemplar, escuchar una canción, participar en una conversación; en el momento y en el lugar indicado. La vida es una sucesión de escenas, tan felices que puedes llegar a pensar que te elevas sobre los demás; o tan tristes, que deseas tanto que el cielo se venga abajo y acabe con todo. Una tragicomedia que escribimos nosotros mismos, con unos actores aleatorios, unas veces mejores y otras peores.
Es suficiente, hace buen día y lo enfoco muy positivamente: me siento con fuerzas. Me pienso tomar 5 días de reflexión interna conmigo mismo: tengo claro que quiero hacer con mi vida, o eso creo. Seguiré buscando a esa damisela perdida que sienta tanta necesidad de gritar al viento y de correr por el mundo como yo. Retratando el mundo tal y como se deja ver. Registrando en las entrañas de una escena, escribiéndome poemas a mi mismo. Descubriendo quién soy.
Traeré una postal.
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